Doña Elda y el limonero

arbol_2

Doña Elda es petisa, panzona y porfiada. Su casa huele a pisadas de perro y a flores de limón. A veces le duele la cintura, por eso toma algunos remedios que el médico le da y a la siesta se acuesta para descansar las piernas.

Temprano, por las mañanas, prepara unos mates, antes de ir de compras al almacén de la vuelta. Al regresar, le da de comer a su perro Lupo y a la gata Pituca.

Los hijos de Doña Elda son personas ocupadas, tienen que trabajar, ir a reuniones y hacer colas en los bancos, entonces ella se conforma con mirar las fotos que tiene sobre la mesa del living y cuando escucha el timbre se fija rápido, por si alguien viene a visitarla.

***

Una tarde rosada, mientras juntaba del patio las flores del jacarandá, vio estrellarse sobre el limonero un barrilete amarillo con cola de hilo. Lupo ladró asustado y Pituca saltó despavorida hasta la tapia de ladrillo visto.

Doña Elda miró con ojos de plato playo. Primero se asustó, pero después, sonrió. Recordó cuando su padre le fabricaba barriletes de caña y papel de diario de domingo.

Al momento sonó el timbre. En la puerta había una niña de mejillas grandes.

-Hola, soy Amalia, creo que mi barrilete se cayó en su patio.
-Lo estábamos mirando con Lupo y Pituca, Dijo Doña Elda, pasá, tengo bizcochuelo si te querés quedar.
– Bueno… pero primero busco mi barrilete, aseguró la pequeña y cruzó la cocina rapidísimo como auto de carrera.

Al bajar del limonero, sus pantalones se atascaron en una rama y ¡CRASHHH!, a la altura de la rodilla, la tela se hizo un agujero.

-Yo lo puedo arreglar –se ofreció Doña Elda.
Amalia se puso colorada. -Si mi mamá se entera, seguro me compra la pollera que le pedí, es que no tiene tiempo, explicó resignada.

Sin saber qué  decir, la abuela  fue a la cocina a buscar el bizcochuelo, comieron algunas rodajas y luego Amalia se marchó.

Al día  siguiente, Doña Elda siguió juntando del patio las flores del jacarandá y cada tanto miraba el limonero, esperando el barrilete amarillo con cola de hilo (así Amalia vendría otra vez).

Los días fueron pasando y siguió con sus quehaceres, de acá para allá entre compras y  pichichos.

***

Una tarde anaranjada escuchó otro estruendo en la copa del limonero. Al salir,  reconoció el barrilete de Amalia. Sonó el timbre y de nuevo estaba la niña en el umbral de la puerta.

-Hola Doña Elda ¡otra vez se me escapó el barrilete!
-Hoy tengo galletas de chocolate.

La pequeña cruzó la cocina hacia el patio, a toda prisa como estrella fugaz. Al llegar al pie del árbol su cara se transformó, algo terrible había sucedido: ¡su barrilete se había encajado en una de las ramas! ¡qué horror! podía verlo desde abajo, todo roto y con la cola deshilachada.

Doña Elda se acercó y le dijo: – bueno, no estés triste Amalia, mirá, tengo una sorpresa que te va a gustar-. Entonces fue a buscar una pollera de grandes  y finos  volados que había cosido especialmente para ella y con suavidad, la desplegó ante sus ojos. La pollera se desperezó tan ligera y radiante como brillo de luna, dejando a Amalia con la boca abierta.

Esa tarde la niña se quedó más de la cuenta. Mientras Doña Elda ponía sobre la mesa las galletas de chocolate, ella se puso a fabricar un nuevo barrilete, esta vez con caña y papel de diario de domingo.

 

(Daniela Frontera). 

Cuento publicado en “Más” N°2, Revista Literaria del Centro, ciudad de Córdoba.

(Esta publicación en El cuadernito es una reedición)

Imagen: http://www.freepik.es/vector-gratis/arbol-en-forma-de-mundo_766717.htm

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *