Los botones de Damián

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Ilustración de Ruth Martín Mora.

  Damián colecciona botones. Siempre se las ingenia para encontrar alguno. En la casa de su abuela Lidia consigue unos antiguos, de esos con relieves y firuletes; en cambio, en la casa de su tía Desiré, encuentra otros más nuevos, de los que usa su primo en camisas, sacos y gabardinas.

Damián no recuerda cuándo empezó su gusto por los botones, lo cierto es que esta aventura es un secreto que oculta a todos. Ni bien encuentra uno, lo guarda en su lata despintada, una que esconde debajo de la cama. Al asomar la luna, la descubre arrastrándola desde el fondo,  la destapa, y entonces…

Primero, desconfiados; pero de a poco se van animando. Unas veces salen despacio, y otras como rayo; a veces saltan a chorros, rodando como bichos bolita, o bien girando como platos voladores.

Los suyos son botones muy juguetones: primero hacen rondas, después se agrupan por colores y nace un arco iris… se vuelven a desarmar ¡y ahora en fila son un tren!…se juntan dos y forman un ocho y si son tres, crece un trébol.

Cuando hacen una pila sí que es divertido: uno se trepa encima de otro y la torre de botones se estiiiiiiira y se estiiiiiiiira  hasta tambalear con un simple estornudo. Y guarda… porque si Damián se descuida, se inclina y ya nada puede detenerla, entonces: PAAAAF! todos al suelo.

Le gusta quedarse horas jugando con sus botones. Arma sobre el suelo caminos que van lejos,  dinosaurios de colas largas,  humo de chimeneas y galaxias enteras. También, cargarlos en su camión volcador y llevarlos a pasear por la casa.

A veces fantasea que  son astros luminosos, entonces acomoda los más brillantes sobre su cartulina azul de la escuela, y después se aleja para contemplar la noche de estrellas agujereadas.

De tanto jugar, el tiempo pasa volando y ¡ya casi es de día! “Es hora de guardarlos”,  se dice “no vaya a ser que mamá me escuche despierto”.
Antes de tapar la lata, los saluda. Ellos, agradecidos, le regalan una pirueta. (Después de todo, ya nadie los cose, son botones en libertad).
Temprano, a las siete, Damián se levanta refunfuñando para ir a la escuela.

(De Daniela Frontera).
Publicado en “Los Cuentos del Dr. Tiritas” de la editorial  Delenda est Carthago, con ilustraciones de Ruth Martín Mora. Ver publicación.
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