El barrilete de Juanito

Barrilete

Juanito tiene un barrilete que es anaranjado medio marrón, como la miel. Su papel es de diario pintado, sus huesitos, de caña. Para Juanito, su barrilete más que un juguete es un amigo, así que espera ansioso salir de la escuela para ir a remontarlo.

De tanto andar juntos, un día le puso un nombre: “te vas a llamar Serafín”, le dijo, y parece que le gustó, porque desde arriba meneó su laaaarga cola de trapo.

En los días claros, Serafín sabe que luce radiante, por eso se mueve de acá para allá sacudiendo sus flecos y esperando el aplauso de los niños que miran.  Entre pique y vuelta se va montando en una brisa, y en otra, y así hasta alejarse y empequeñecer, ¡es tan presumido!

Aunque a Serafín no le guste, a veces, Juanito tiene que ajustarle la rienda más de la cuenta, porque si no, se pierde entre las nubes y ¡vaya uno a encontrarlo. Siempre recuerda la vez que se alejó de la plaza y se enredó en una antena.

Presumido, andariego y también curioso, Serafín se las ingenia para mirar qué hacen los vecinos del barrio, a Don Aníbal, todos los días lo encuentra en el patio, atendiendo la carpintería, le gusta volar bajito para oler el perfume de la madera. A la señora Tita, la sorprende lavando ropa, le encanta ver como el aire infla y desinfla las sábanas tendidas. A Marcos del vivero, lo mira regar las plantas, ¡qué delicia el olor a tierra mojada! ¡y cuántos colores!

Una tarde, Juanito remontaba su barrilete en la plaza. El día estaba brillante. De repente, el viento comenzó a agitarse y las brisas levantaron en remolino el polvo de la plaza. Él agarraba fuerte la bobina e intentaba mirar hacia arriba, pero la tierra se le metía por los ojos y no podía ver a Serafín.  Asustado, empezó a juntar el piolín lo más rápido que pudo, pero una ráfaga lo tiró al suelo y la bobina se le escapó de las manos.

-¡Serafín!, gritó desesperado. Quiso ir a buscar la bobina, pero era tarde: el viento la había arrastrado lejos, Serafín se había perdido en la tormenta. En ese momento, sintió que alguien lo tomaba del brazo, era su mamá que había ido a buscarlo.

De regreso a su casa, Juanito estaba triste. Sabía que extrañaría a su amigo el barrilete.
A la mañana siguiente, fue a la escuela, pero no prestó atención a la maestra, ¿dónde estará Serafín?, se preguntaba en la mitad de la clase.
A la salida, su papá lo sorprendió con un nuevo barrilete y aunque él se lo agradeció, por dentro pensó: “no es igual que Serafín”.

Así pasaron los días, hasta que una tarde decidió ir solo a la plaza, quería recordar las aventuras con su amigo. Se quedó mirando el cielo, hasta que anocheció y creció, robusta, la luna llena. Las luces de la plaza se encendieron.

En eso, escuchó:
-“Chist”, “Chist”- el crujido de un papel con el viento. Levantó la vista y ahí estaba: “¡Serafíiiiiin!” gritó al ver a su barrilete aterrizar. “¡Es él, sí, es Serafín!”… y estiró los brazos para recibirlo. –Uff! Voy a tener que hacer algunos parches para esos huecos- pensó al ver su papel anaranjado y medio marrón, como la miel.

(Daniela Frontera).

Imagen:

http://www.freepik.es/vector-gratis/ilustracion-de-cometa-naranja_753472.htm

1086997_423575901095601_302876607_qDescargar actividad para el aula.

 

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